viernes, 21 de octubre de 2011

El Matrimonio en la Antigua Grecia


La palabra matrimonio tiene como raíz la voz latina mater, que significa madre, ya que la principal finalidad del matrimonio era tener hijos que mantuvieran las costumbres familiares.

Esto se tomaba muy apecho en la Antigua Grecia donde el matrimonio dependía de tener hijos especialmente hijos varones, pues sólo ellos pueden, según los preceptos religiosos y legales, asegurar esa continuidad y el mantenimiento del culto familiar. 

El matrimonio griego se caracterizaba fundamentalmente por su aspecto religioso. La diosa del matrimonio y protectora de las mujeres casadas era Hera. Sin embargo, no intervenían sacerdotes en la celebración de la boda. 

En la Antigua Grecia, en un principio el matrimonio era un acto privado que no exigía la intervención de los poderes públicos. No obstante, progresivamente, el matrimonio se fue desplazando a la esfera pública, emergiendo poco a poco “el imperio de la autoridad pública sobre la institución matrimonial”, lo cual se plasmó en el desarrollo de ciertas normas publicas que regulaban los derechos y deberes de los casados. Con la llegada del cristianismo, la iglesia va asumiendo poco a poco la autoridad sobre la ordenación del ámbito familiar y nace un derecho canónico propio del matrimonio.

Costumbre griega del matrimonio

Dentro de la sociedad ateniense, existía una cierta preocupación masculina por la defensa de su honor personal que se traducía en la responsabilidad de proteger de cualquier ofensa a todas las mujeres que se hallaban bajo su custodia directa fuera esta (esposa, hermana, hija…). Para salvaguardar esta situación, se habían articulado algunas válvulas de seguridad que ejercían su labor preventiva sobre unos y otras. Cuando la mujer alcanzaba su periodo de madurez sexual, los padres acordaban el matrimonio. De esta forma se evitaban riesgos innecesarios y se traspasaba al tiempo esta responsabilidad al marido.

Por tanto, los matrimonios en Grecia estaban arreglados, la novia no tenia nada que decir en la elección y su padre o pariente varón mas cercano al cual se le denomina (kyrios) la comprometía con el marido que la destinaba en cualquier momento a partir de los cinco años de edad.

El vínculo matrimonial era, además, una forma de establecer alianzas. No tiene en cuenta el amor; los contrayentes no se eligen mutuamente, como anteriormente se mencionó son los padres de ambos los encargados de decidir quién es la persona más adecuada para sus hijos. El novio ofrece al padre de la joven importantes regalos, que reciben el nombre de hedna. Es lo que se conoce como matrimonio por compra. La mujer en realidad no se casa, sino que es tomada por esposa. Los hedna permitían al esposo pasar a la mujer del oikós paterno al suyo propio, y con eso se sellaba la alianza entre ambas familias. 

Otra forma de establecer alianzas es a través de los meilia o dones de reparación, en virtud de los cuales la familia del ofensor ofrece una hija como regalo al ofendido. 

Como ya se comento al principio, el principal interes era la continuidad de la familia y el kyrios pronunciaba la siguiente formula a su futuro yerno: “te doy esta mujer para el arado de hijos legitimos.”El compromiso (eggye, prenda) era tambien el momento en que se acordaba la cuantía de la dote. El matrimonio por sí mismo era un contrato privado que entraba en vigor cuando entraba en la casa del marido que normalmente tenía unos treinta años. 


Edad del matrimonio

Los matrimonios se encontraban, por tanto, claramente descompensados desde el punto de vista de la edad, ya que se unían un marido ya entrado en la cuarentena y bien experimentado en todas las cosas de la vida, y una esposa que normalmente tenia unos quince años que acaba de acceder a la pubertad, y tenía por ello su primera experiencia sexual dentro del matrimonio. La diferencia entre ambos cónyuges era así tremendamente abismal, tanto en el plano de las emociones y de los sentimientos como en el de las actitudes vitales.

La edad del matrimonio, cualquiera que fuese, señala ante todo una normativa impartida por la costumbre en relación con el momento adecuado para llevar a cabo este pase a la adultez plena. 


Implicaciones del matrimonio: marido y mujer

Para la mujer, la pauta más común implicaba dejar atrás el oikos y la autoridad del padre para pasar a la casa y la tutela del marido. La virtuosidad de la mujer venia dada por su virginidad; de este modo, el marido podría adoctrinarla con buenos hábitos, es decir, casos preceptos.

Existía también un sistema de dote que actuaba a modo de chantaje moral de carácter preventivo sobre la conducta de las muchachas núbiles. Dado que una buena dote significaba un buen matrimonio, aquella ejercía un control efectivo sobre su conducta hasta el momento de las nupcias, del mismo modo que la herencia lo hacía sobre los jóvenes herederos. 

Para el hombre, en cambio, se trataba del desarrollo de una de sus potencialidades: el ejercicio de su rol como marido, jefe de familia y conservador del patrimonio, puesto que, según Aristóteles: “los elementos de la casa son el hombre y la propiedad”.

El oikos en tanto átomo básico integrado religiosa, territorial e institucionalmente en torno a la comunidad aldeana, y cuyos miembros se definían, según Carondas, como “de la misma panera”(homosipuous), o, de acuerdo con Epiménides, como “del mismo comedero” (homokapous), era tanto la casa, el sitio físico donde se vivía, como el hogar, el núcleo de pertenencia; también implicaba la aprobación privada de una parcela de tierra (kleros) así como la familia (genos) y los dependientes que eventualmente se agregaran a ella.

Todo lo anteriormente comentado, conllevaba a que estas cédulas domésticas se encontraban organizadas por dos elementos primordiales: el patrimonio encarnado por el hombre dueño de todo lo que caía bajo la jurisdicción del oikos, y el del matrimonio como poder de gestión de la mujer a quien el hombre introducía en su casa para ponerla al frente del hogar.

Antes, durante y después del Matrimonio

Rituales de la ceremonia del matrimonio

En la Antigua Grecia las celebraciones duraban tres días, llamados praílía, gámoi y epaílía.  el primer día consistía en la preparación de la novia, el segundo día se preparaba el novio y se realizaba una procesión de la novia hacia la casa de su futuro marido y por último el tercer día se les hacía a los novios una ofrenda de regalos ya pasada la boda.

Antes de la boda

Se realiza la firma del contrato matrimonial entre el novio y el padre de la novia, el cual se le denominó (Engýesis) y se fijaba la dote que el padre de la novia debía entregar al novio.

La fecha de la boda se escogía con mucho cuidado, era recomendable que fuera un día de luna llena y en el mes de enero.

Se debe aclarar cómo se comento al inicio que en un principio el matrimonio era un acto privado, por lo que en ese momento no había ceremonia ni registro estatal, pero podía haber un sacrifico y un banquete.

Víspera de la boda  (praílía)
En este día se dedicaba a la preparación de la novia, y tenía lugar en la casa de su padre, además se contemplaba sacrificios y ofrendas. Por lo que se empezaba con un sacrificio, donde la novia ofrecía en el altar sus juguetes de niña, un mechón de pelo y un cinturón, también la novia sacrificaba a un cerdo. Ofrecer el cabello simbolizaba el abandono de la infancia y la sumisión al esposo, y el cinturón la entrega de la virginidad. También el novio se cortaba el cabello y hacía sacrificios a los dioses del matrimonio. 
Por otro parte, el novio se cortaba el pelo y también ofrecía sacrificio a los dioses. Además, la novia recibía un baño purificador con agua procedente de una fuente o un río sagrado. Podía bañarse en su casa, pero entonces tenían que transportar el agua desde los lugares adecuados. El baño simbolizaba la purificación de la novia y el deseo de hacerla fértil. 


Día de la boda  (gámoi)

El día tan esperado, el día de la boda, la casa de los novios se decoraba con guirnaldas, hojas de olivo y laurel. 

En este segundo día comenzaba un banquete que solía celebrarse en casa del padre de la novia. El novio se reunía con todos sus amigos, mientras que ella se sentaba con las suyas en una mesa aparte. Era típico comer pasteles de sésamo. Después un niño, coronado de hojas de acanto y bellotas, y cuyos padres tenían que estar vivos, repartía pan o roscos que portaba en una canastilla mientras repetía que “los novios han escapado de un mal para encontrar un bien”. Después de la comida el novio le quitaba el velo a la novia en una ceremonia que se llamaba anakalipteria, y durante la cual se procedía a la entrega de los regalos del novio. Al finalizar el banquete, por la noche la novia atravesaba la ciudad en un carro tirado por mulas o caballos hasta la casa del que pasaba a ser su esposo esto era como un tipo  procesión hasta la casa del novio.


Al llegar a la casa del novio, adornada con guirnaldas, hojas de olivo y laurel, se quemaba el eje del carro para que la esposa nunca sintiera la tentación de abandonar el hogar del marido. Luego la familia del novio le daba la bienvenida. Era la madre la encargada de recibirla con una antorcha, llamada del himeneo. Se arrojaba sobre la cabeza de los novios dátiles, higos y nueces, como símbolo de pertenencia al nuevo hogar. La novia era conducida al aposento nupcial, delante de cuya puerta se cantaba el epitalamio. Esa noche los recién casados se reunen en el thálamos, que el novio ha adornado también con guirnaldas, y comen el membrillo que simboliza la consumación. 


Día siguiente de la boda (epaílía)

El tercer día, pasada la noche de bodas, consistía en la ofrenda de regalos y la entrega de la dote acordada. A los novios se los despertaba con una serenata, el diegertikon, y los parientes les hacían múltiples presentes, muchos de ellos con connotaciones eróticas. Ese día se celebraba una comida en casa del padre del novio o del propio novio, algo de lo que se excluía a las mujeres. Ni siquiera la recién casada podía asistir, aunque era ella quien tenía la misión de preparar los platos que se servirían durante esa jornada. 

Los invitados aportaban lo que podían: ovejas, vino, pan… Apenas el aedo comenzaba a tocar la cítara se inauguraba de nuevo el baile. 

En la antigua Grecia las mujeres comenzaban a contar su edad a partir del momento en que se casaban. Mientras aún no tenía un heredero, a la mujer se la llamaba nymfe, que equivalía a recién casada. Después de tener un hijo era gyné, palabra que significaba plenamente esposa.

Tras el matrimonio

Tras el matrimonio las mujeres quedaban confinadas en el hogar y sus salidas al exterior se reducían a las actividades tradicionales que les estaban encomendadas. Ciertamente esta evidencia se refiere sobre todo a las mujeres del sector social que podríamos definir como la clase media, que era a todas luces el estrato mayoritario de la sociedad ateniense. Sin embargo, estas normas apenas afectaban a la conducta diaria de los muy ricos o de los que carecían de recursos, ya que quedaban supeditas a la conveniencia del momento o a la necesidad de trabajar para sobrevivir.

Por tanto, las bodas nos indican un doble aspecto de la sociabilidad de los aldeanos de Grecia, por un lado, un rito de pasaje concreto a la adultez plena tanto de hombre como mujeres, ya que es evidente que los jóvenes solo podían dejar atrás su casa paterna, o en todo caso hacerse cargo de la misma, si se asociaban matrimonialmente, pues como destacaba Aristóteles: “lo primero una casa, una mujer y un buey de labranza”.

Conclusión

La transmisión de la herencia, el papel de las mujeres, o los diferente aspectos específicos del matrimonio según las costumbres particulares de cada clase o, cuando ello resulta posible, de cada ciudad griega, aparecen como aspectos insoslayables cuando se trata de delimitar los hábitos específicos que informan las costumbres matrimoniales de los griegos.

Sin embargo, como fue evidente que el matrimonio de la Antigua Grecia tenía solo un fin: la procreación de hijos legítimos en quienes perdure la familia, dejando a un lado sentimientos, por tanto no tiene en cuenta el amor; el matrimonio simplemente era una costumbre.

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